
Antonio Ramírez Navarro Almería fue durante toda la Guerra Civil una ciudad de retaguardia. Aunque en varias ocasiones los medios de comunicación colocaron a la ciudad en el centro del interés informativo -el bombardeo de los depósitos de la Campsa por el Canarias, la desbandada de Málaga y el bombardeo alemán de mayo de 1937-, Almería, relativamente alejada de los frentes de guerra, se mantuvo en un discreto segundo plano a lo largo de la contienda. Esa lejanía influyó también en la llegada de refugiados, a medida que el ejército franquista iba ganando territorios. La caída de Málaga supuso un auténtico aluvión que puso a la ciudad al límite de sus capacidades pero durante el resto del conflicto hubo también, aunque mucho más reducidos, flujos de refugiados. Almería fue asimismo lugar de paso para políticos, militares, periodistas e intelectuales de gira por la retaguardia. La nómina de ilustres visitantes que estuvieron en la ciudad durante la guerra va desde la Pasionaria a Robert Capa, pasando por Norman Bethune, Tina Modotti, Franz Borkenau o Arthur Koestler. |